Desconocido
El sol corría sobre el horizonte, e iluminaba parajes oscuros, parajes que no eran producto de la imaginación sino de la soberbia. Yo miraba hacia el cielo, y luchaba por acordarme de los números para poder hacer un recuento de los sentimientos que me venían al cuerpo mientras observaba las estrellas.
El sol seguía corriendo, cada vez más veloz, apenas se vislumbraba su oscura silueta, el contraste de sus rayos contra el cielo azul no era nada más que un juego.
Las estrellas parecían brillar más, yo me preguntaba porque veía esa inmensidad, si a mis pies estaba el mundo entero, un mundo cargado de vida, aislado de muerte, confiado en la mayor de las alegrías. Yo seguía mirando, y nada importaba, solo me llenaba la vista algo inalcanzable, las constelaciones se sucedían ante mis ojos como gotas de lluvia, incontables, palpables…
El astro mayor se cansaba de andar, iluminado esta vez por un cielo opaco que se cansaba de reinar sin la presencia de su fuente. El sol estaba terriblemente cansado, le faltaba fuerza para poder cantar, para poder seguir volando sobre nosotros…
La hierba estaba húmeda, empezaba a hacer frió, y el rocío acariciaba mi cara creando una película invisible. Dos lágrimas bajaron sin decisión por mi cara, y sentí el estremecimiento por cada centímetro de piel que iban pisando. Creí que me quemaban, soñaba con dolor, y me inmolaba con pena. Desconocía el motivo de esas lágrimas, solo sabía que dolían demasiado, y quería seguir llorando…
El sol se detuvo, y el mundo se detuvo unos instantes, la naturaleza escupió sangre sobre nuestros sentimientos, y por un momento creí ver manchas rojas en mi alma.
La luna decidió dar paso a un nuevo rumbo plateado, un rumbo en el que me sentía incluido, sin saber todavía por que…
Las lágrimas comenzaban a hacerse demasiado espesas, y me hundían el rostro contra la fría hierba.
La música se apago, los pájaros dejaron de cantar, y mi alma dejo de volar.
Me levanté lentamente del suelo, las lágrimas ya no resbalaban, y yo estaba muy cansado. Mire hacia las estrellas, y vi como a través de ellas el sol se hundía.
Sin más razones aparentes, volví a caer en el suelo, esta vez caliente y arropador. Navegue por un río, baje una cascada y volé por un cielo.
Encontré un rostro al final, lo acaricie y todo se acabo.
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