Entonces percibí la noche en todo su esplendor, las estrellas brillaban sobre mis ideales, a la vez que mi mente se ausentaba de los momentos más lucidos que pudiera alcanzar en ese estado de embriaguez emocional.
Miraba hacia un lugar sin nombre, oculto en la trayectoria de los suspiros que Eolo derramaba sobre el. Era un lugar intenso, sin escrúpulos, donde la gente gritaba a través de la niebla y se hundía en palabras sin timbre.
La terrible cadencia de los disparos asolaba la tierra, y las gotas de lluvia brillaban en color rojo sobre la montaña de cuerpos sin vida.
Entre tanto, mi mirada, cada vez más átona, seguía caminando por los relámpagos de aquella tormenta eléctrica, buscando una razón por la cual seguir con vida tuviera el más mínimo sentido. Nada encajaba en mi puzzle, y las manos que temblaban al final de mis brazos no eran capaces de mantener la compostura.
Había océanos de sangre allí, miles de gotas de muerte salpicadas por las caras que yacían inertes sobre la ladera.
No tenia otra elección, solamente podía esperar a que algo sucediera, algo que diera tono a la canción o la apagara para siempre.
Los minutos pasaban, y nada ocurría. Solamente mis bolsillos se llenaban de las cenizas que mi cuerpo iba deshaciendo en el viento. Sin miedo a perderlo todo.
…
Inexplicablemente, la canción comenzó, y de entre la montaña de desolación se irguió una figura de mujer acompañada de un olor a naturaleza que desde el comienzo de la barbarie no había llegado.
Mientras corría hacia ella deseando que no fuera una traición de mis sentidos, todo sucedió con la celeridad de uno de aquellos rayos.
Un proyectil cargado de odio me atravesó el pecho, y note el calido tacto de la sangre emanando por mi torso, cada vez mas frío. Mi mirada empezó a guiarse por cuenta propia, y mis manos se alargaban hacia delante buscando aquella figura.
Una vez más, la traición fue evidente, y me di cuenta de que alguien sabía que la mejor elección era morir con el corazón erguido y el alma pintada de color blanco.
Supe apreciar el gesto, y me desvanecí sobre la tierra con una sonrisa impresa en los labios.
Ahora ya se porque la muerte no avisa antes de darte la mano, y sobre todo, ya se de donde viene esa luz blanca que nunca nadie entendió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario