miércoles, 6 de junio de 2007

Relatarium. Cap.09

Los Imperdonados



Imagínate odiar a alguien de esta manera, no parece posible almacenar tanto rencor y no sucumbir ante la debilidad humana.

Maldita sea aquella luna llena que nos iluminaba…


¡No! ¡No tiene sentido! Todo es sangre… No hay colores, no hay vida… Todo se muestra púrpura, los bastoncillos están derramados en el suelo, y nadie me responde… Las sirenas me taladran los oídos, y el murmullo incesante de la multitud me deja inerte.

El reloj empezó a ir hacia atrás, mi memoria no quería darse por vencida, y no me revelaba los detalles del suceso. Aquel sonido de motocicleta… ¡No! ¡Otra vez no! Ese malestar que me sube por la cadera… Necesito volver a nacer de nuevo, necesito descubrir el porque de lo que hago, y sobre todo, porque lo hago.

Incremento mi velocidad y me convierto en un monstruo del movimiento.

Ahora todo esta mejor… Ya no percibo ese color púrpura, ahora simplemente es rojo, como debe de ser la sangre…

Otro fogonazo de realidad me aturde de nuevo, otra vez ese odio descontrolado me sube por las arterias hasta llegar al corazón. Y aquella luna maldita sigue ahí arriba, escapando de las desilusiones pero viendo como me caigo.

Por el amor de Dios… Esto no tiene ningún sentido, esa gente no me encuentra, y no pude haberlo hecho de una manera más simple.

Un momento… ¿Qué es lo que hice de manera tan simple…? Por favor, no me hagas más esto, dime de donde sale toda esta maraña de recuerdos…

¡No! ¡No lo vuelvas a hacer! No puedes controlarlo todo como si fueras el amo de la casa… Yo estoy al mando, no es necesario tu mandato.

Bastante tiempo atrás yo era normal, una persona, un peatón más de la vida. Ahora esto se me esta escapando de las manos.

Y otra vez vuelve el odio y la luna.

Ahora lo empiezo a ver. Tú lo hiciste. Tú pusiste aquel cuchillo en mi mano y lo hundiste sobre su pecho.

Oh Dios Mío… ¡Creí que éramos amigos! Esto siempre fue un trabajo compartido, en ningún momento te di la espalda, siempre estuve contigo.

¿Por qué no me lo consultaste antes de hacerlo? Maldita sea, ahora ya no hay marcha atrás… Necesito volver a sucumbir ante mi debilidad, adelante, alcánzame esa bolsa de emociones.

De nuevo, me sumerjo en un lugar desierto lleno de espejos.

Ahora estamos en paz, o al menos eso espero. Pero maldita sea… Debiste haber esperado, no merecía morir así. Por lo menos nunca sabrán que hemos sido nosotros, nunca nos encerrarán.

La luna… Sigue ahí arriba… ¿La ves? Es tan bella… ¿Cómo pudiste querer acabar con todo? Sigue mirándola, todo se terminó, esta misma noche marcharas con todos tus recuerdos y pasiones. Y podremos seguir caminando sin compartir lo que nos separa.

Por fin me voy a casa, ya no hay nada que temer, mi conciencia esta limpia. La luna esta orgullosa de mi, y se que nunca me dejara caer. Fue el quien lo hizo, yo intente impedírselo, pero era imposible, el me manejaba, el controlaba mis impulsos.

Pero ya se ha ido, y nunca volverá.

sábado, 2 de junio de 2007

Relatarium. Cap.08

El Tiempo

En algún momento de 1999:

Mi calendario se cayó al suelo, convertido en lo que yo siempre evite ser: Un suspiro. El tiempo había roto mis anillos, y se había llevado consigo el amanecer que un día fue solo nuestro. Tan solo el brillo de una lapida me acompañaba en mi viaje por el océano.

Me agarre de su brazo y me fui cabizbaja con el luto en las venas.

4 de mayo de 1992:

Desgraciadamente las nubes habían convertido el cielo en un telón opaco. Tan solo quedaba lo que no podíamos ver, el aura mística que nos envolvía sin nosotros apreciarlo.

Nuestros ojos siempre tan bien vendados…

18 de septiembre de 1984:

La luna seguía siendo nuestra, daba igual que ocurriese al otro lado del mundo. Al menos no nos importaba. Seguíamos derritiendo nuestros cubos de hielo en el fuego del deseo, deseando perpetuar en los siglos aquella incandescencia que nos unía en el momento.

La vida se nos antojaba una cuenta atrás.

26 de marzo de 1978:

La fuerza del viento me arrastro por las hojas de la tormenta. Sin saber a donde mirar, me encontré en un altar, drogada de desengaño y herida de muerte.

Era el principio del fin, y él seguía sin saberlo.

Esperas ante las puertas del infierno nos aguardaban, momentos de incertidumbre sin sentido para nada más.

31 de enero de 1966:

Diario de a bordo. Comienza una nueva etapa, un solitario viaje ha terminado. Me aferre a sus brazos y llore sin saber porque. Se que encontré el eslabón perdido de mi corazón, pero algo me dice que nunca seré capaz de caminar por la verdad.