miércoles, 1 de octubre de 2008

The End

Bueno, puedo decir que he terminado la obra a la que llevo 3 años dedicado. He dejado escrito todo lo que hasta ahora quise dejar escrito, y no me dejo nada en el tintero.

Vendrán otras historias, si ahora o más tarde, no lo se. Esto es todo lo que hasta ahora pude dar de mi, y no me queda más que dar infinitamente las gracias a todo aquel que haya leído cualquier retazo de esta locura.

Muchas gracias.

Si alguien quiere una copia en papel, que lo deje en un comentario de esta entrada. Si alguien quiere comentar la obra en su conjunto, ídem.

Para lo que sea, ídem.

Muchas gracias de nuevo.

Relatarium. Cap.18

Epílogo - Calma


Que todos los finales tienen un principio. Que la búsqueda de un Santo Grial no termina el último día.

Que hay muchas cerraduras para una sola llave. Que hay muchas llaves para una sola cerradura.

Que esta vez el ultimo aliento si querrá perpetuarse. Que no queda oscuridad que escudriñar cuando vives en ella. Que eres tu quien elije. Que eres tu quien manda.

Que eres tú.

martes, 30 de septiembre de 2008

Relatarium. Cap.17

Gloria


A través de las aguas de un mar enloquecido navegaba una botella en cuyo interior yacía inerte una nota de un amor desconsolado. Ese contenido, ahogado en lágrimas, travestido de llanto y enjugado en el olvido del ancho mar reproducía las palabras de una doncella abandonada a su propio exilio.

Un exilio que la mantenía al margen de su propia existencia.

Contaba la historia que la separó de su alma, ahora fragmentada en pedazos separados por pequeñas líneas de viento. Ahora destruida entre palabras que nunca se vieron cumplidas.




Remontémonos pues al comienzo de esta historia, donde la soberbia y el orgullo estaban considerados pecado, donde las promesas sucumben ante la traición ajena y la hipocresía es el pan nuestro de cada día.

Esta es la historia de Gloria, una joven recluida en la peor de las prisiones. El peor de los castigos la esperaba sediento de nueva desesperanza de la que alimentarse.

- Oh aire que nuestros pulmones respiran, dedícame una vez mas ese aliento que ante los velos del destino hallará por fin su terminar. Muéstrame el camino que mis pies vieron destruido ante la pobre luz de este ocaso desalentador.

Palabras agitadas. Un sentimiento inexorable que siente y padece. Mas no parecía necesario que tras esas plegarias hubiera un oído que escuchara.

- Oh camino marcado que sin sentir asientes ante mi. Antójate de coraje e ilusión. Agarra mi mano con la firmeza que la certeza del saber que es por vez última te otorga. Guíame ante tu magnanimidad y escucha este pesar que ante ti postro. Por primera vez. Solo una vez más.


Hay veces en las que el amor mas desesperado goza de la misma credibilidad que un silencio intocable. Hay veces en las que solo tú escuchas.

Por eso la voz del olvido acude ante ella, suplicándole que se entregue a el sin pavor ni duda. El recuerdo ardía en sus venas como cal viva. Y no había forma escrita de librarse de el. No ella.


Su caballero andante, el dueño de sus latidos mas profundos nada parecía saber acerca de la desventura que su doncella corría. Y abandonado a su suerte no tuvo mas elección que desfigurar su cordura en pos de la libertad. Una libertad que ella no conocía, entregada a manos de la congoja.

Tal fue su miseria que, tras haber dado el último golpe a su reloj de arena, decidió ofrecer su suerte a cambio de un beso. Viéndose una vez mas golpeado por las intrincadas redes del azar.

- Entrego mi cuerpo y mi virtud a la nada, al miserable crepúsculo de la desazón. Apenas quedan plegarias que cursar. Oh príncipe de las tinieblas, acógeme en tu seno como exiliada del sagrado derecho a la vida. Mis ofrecimientos están vacíos a ojos de mis ansias.


La suerte trabajó sin dilación, y el sacrificio del que el corazón del caballero fue testigo se hizo carne ante la mirada del cielo, otorgando tal vez demasiado tarde la primera oportunidad que suplicó antes de ni siquiera fantasear con una segunda.

Un océano cuyo horizonte no alcanzaba su vista a otear se abrió ante el. Ante ella.

- Este es el último aliento que todavía nadie me pudo arrebatar. Escribo estas líneas en papel con la certeza de que nunca verán su fin en las manos por las que yo suspiro. Oh, océano libre y cristalino, haz que la libertad que me fue robada navegue por tus olas sin ver un ápice de tormenta.


La línea del azar se había quebrado, y las palabras que la preciosa doncella había entregado al mar fueron vislumbradas por unos ojos que no cesaban de derramar lágrimas transparentes por leerlas.

Cayó la noche, y con ella la congoja. Corrió hasta encontrar la celda oculta en el corazón de Gloria, y utilizando la llave que solo existía para sus manos abrió el candado que nadie podía romper.

La brisa corrió por entre su pelo y acarició sus dedos ahora anudados. La sinrazón se evaporó junto con la traición y dos corazones encontraron de nuevo un motivo para no cesar en su empeño.

Sus labios se rozaron y la promesa antaño destrozada vio su fin, hecha realidad de una vez por todas.


El océano era calma. Sus miradas fuego. Su amor incalculable. Su deseo infinito.


martes, 10 de junio de 2008

Relatarium. Cap.16

El Camino


Un disparo en la pared confundía la realidad con la ficción, a través de pinturas milenarias esculpidas al óleo en pedazos de lienzo tatuados de pasión ancestral.

Yo caminaba a través de mi memoria, recorriendo los senderos que exhalaban aire contaminado de pasión. Quise saber la verdad sobre la desesperación, pero no encontraba más a mi paso que una incesante presión que el aire ejercía sobre mis pulmones, llenos de humo y frío.

Los momentos de lluvia se me antojaban rocambolescas muestras de dolor ajeno, cargados de detalles barrocos lejanos a mi cognición, acompasada e hiperventilada de enfermedad tétrica y longeva.

La descripción lírica de la incertidumbre me regalaba momentos de preciosa angustia, indescriptible dolor que me convertía en un mosaico al servicio del llanto mas desesperado. Una vez mas, era feliz dentro de mi mas primitivo desengaño.

Intuía amor en las paredes, y no estaba preparado para hacerlo propio. Descubría un punto y aparte en la tierra, y nada era tan sereno como entonces lo era mi mirada desolada.

Cansado de aguantar un espanto endógeno, me decidí a echar el ancla a estribor y navegar en las aguas del océano azul, tan profundo e inexplorado.

Convertí astillas en criptas, rayos en truenos, miradas en espejos. Podía al fin ver mi semblante a través de las horas. Y no recuerdo ningún instante más feliz dentro de la existencia que me ataba al cuerpo, cada día más inerte, con que me deslizaba a través de las novelas románticas de aquella época.

Era un glaciar en el infierno. Trabajaba para la soledad.

No fui capaz de escribir un desenlace en el libro de mi vida. La elección era el motivo por el cual no había elección. El motivo era el desenlace que no quería escribir. El libro sangraba letras incomprendidas hasta para mí y no deseaba ser abierto.

Una vez más, dejé inconcluso al viento y mi cara llena de cicatrices.

Es posible que la historia de la ficción entrara en directo enfrentamiento con mi humilde cuento. Mas no se podía cambiar.

La música estaba dispuesta sin elecciones, el amor atado con nudo doble a mis muñecas y la soga de la caridad encerrada en mis sueños.

La quería, y no había nada que pudiera hacer. La amaba, y no había alternativa. Quise morir por ella, pero ni siquiera ese trance me pertenecía.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Relatarium. Cap.15

Luz


¿Qué pasa cuando apagas la luz? Voy caminando por el oscuro sendero de la vida, escudriñando entre las sombras de mis pasos todo cuanto pueda apreciar.

Despacio, poco a poco, voy abriendo las manos. Quiero agarrar esa figura sin fondo, ese fondo sin figura que tengo delante de mí. No tiene nombre, no tiene razón. No tiene motivo.

Entre la luz y la oscuridad solo hay un momento.

Si el sol brilla, quizás me quede ciego. Veré lo que no quiero ver, todo será claro y tan real como desasosegante.

Si la luna esta en su trono, tal vez no vea nada. Me sentaré a esperar a que las sensaciones recorran mi espina dorsal.

Con los ojos vendados soy capaz de ver más allá. Puedo tenerlo todo. Puedo sentir los colores, intuir las estrellas a través de miles de ojos.

No queda mas camino por andar, no solo. No más lágrimas amargas, no más emociones destrozadas. Hay cientos de constelaciones ahí arriba, ahora las veo.

Ahora veo lo que no podía ni siquiera imaginar. Una vida por delante, una señal inequívoca, varias notas musicales, un ardor por dentro.

Noto como se agolpan en mi corazón. Puedo sentirlo. Pasan las horas, y mis sueños no se desvanecen. Abro los ojos, y todo sigue como cuando los tenía cerrados, perfectamente onírico, imposible, bello.

No. Ya no me hace falta la luz, tengo cosas que brillan más. Seguiré bailando ante la oscuridad, entre miles de formas enamoradas del viento, junto a mis estrellas, dentro de mis sueños, a través de un mundo que esta vez si gira.

Bajo la persiana de la ambición, me recuesto sobre un lecho de paz, y cierro los ojos.

Pocas palabras bastan.

Tengo la luz apagada, y no la quiero encender. No mientras no necesite el sol.

Creo que nunca lo voy a necesitar.

domingo, 3 de febrero de 2008

Relatarium. Cap.14

Su Mirada


La miraste a los ojos, y te propusiste nunca perderla.

Sonaba aquella canción que os había dicho tantas cosas, entre tus labios y los suyos no había sitio ni para el aire. Entre tú y ella solo cabía decir cosas que no encuentran sitio entre las letras.

Era demasiado para poder mirarlo en un mismo plano.

Tantas cosas querías decir que no decías ninguna. Tanto querías sonreír que no hacías más que llorar.

Era un regalo que querías abrir cada día un poco. Un poema que nunca se acababa. Un amanecer eterno.

Un océano infinito.

Le guiñaste un ojo al sol. Su calor era nimio al lado de ella. Le sonreíste a la luna. Mas a su lado era amarga.

Viviste tantas cosas junto a ella, que ninguna antología podría recogerlas. Tantos versos, tantos párrafos llevaban su nombre que temías que fuera imposible que los leyera.

Tanto la querías, que no te atrevías a decírselo. No conocías la manera.

Buscaste entre tu ropa un anillo de viento, y se lo pusiste en su anular. Le dijiste tantas cosas que no se aproximaban a la realidad, que sentiste no estarle haciendo honor.

La cogiste de la mano, y con ella, fuiste al fin del mundo.

Te dormías en sus rincones. Bajabas un pulso tembloroso desde su pelo hasta sus pies, deteniéndote en cada momento de su piel. En su cuello, sus pechos, su cintura… En cada centímetro de sus blancas y perfectas curvas. Y no creías ser capaz de soportarlo más.

No creías que este sueño fuera para ti. No había hielo, no había nada.

Solo ella, contigo. Solo tú, con ella.

Por eso, en aquella noche en la que nada más que su mirada tenía sentido, aquella noche en que te habías dicho tantas cosas…



La miraste a los ojos, y decidiste nunca perderla.

jueves, 31 de enero de 2008

Relatarium. Cap.13

Epitafio


Un vaso de whiskey con los restos del hielo agoniza en la mesa, dejando que el poco calor del ambiente derrita lo que queda de el.

La vida se consume como un cigarro mal liado, desprendiendo nicotina, alquitrán. Te encargas personalmente de cavar tu propio pozo. Un pozo donde te quepan las piernas y se pueda fumar.

Quizás la droga del cerebro me esta desterrando. Otra adicción más, no importa. Al fin y al cabo, las ventanas están cerradas. La cerradura rota. Los huesos calcinados.

Que bonito epitafio. Muerto entre latidos.

Cuando no queda aire en el humo, ni sangre en el alcohol. Cuando la vida se ríe de ti y te escupe sangre en los labios. Quizás ese sea el momento de retirarse, libre de pecados, lleno de decepciones.

Frustrado por lo que pudo ser, y ya nunca será. Dormido entre espinas, sin dolor.

Tal vez sea el camino equivocado, el incorrecto, el fallo permitido. Como sin querer me miro la manga de la chaqueta, y confirmo que no tengo ases guardados.


No me queda alternativa…

…Coge la pluma…

…Cógela…

…Hazlo…


Hago un trazo confuso, sin línea, rasgando la madera, hiriendo mis dedos, dejando que se forme una piscina de sangre en el suelo.


Querido diario:

Hay veces que estoy cansado, otras simplemente no quiero vivir. Tengo líneas en la piel, estrías en los ojos, manchas en las mejillas.

Unas sombras moradas en los parpados, las pupilas mutiladas, un par de anillos rotos y el corazón destrozado.

Se que no hay cura para mi.


No. Rompo esa hoja, no quiero leer más. Apago la luz.

Soy consciente de que el final aun no esta escrito. Pero todos los relatos tienen una manera de terminar.

No se me ocurre el desenlace.

miércoles, 23 de enero de 2008

Relatarium. Cap.12

Espejo


Mírate en ese espejo. No dejes que se rompa. No grites, nadie te escucha.

Tu mirada es de hielo, un oasis en medio de la nada, ves como esa profundidad no te lleva a ningún sitio. De nuevo, solo al comienzo. Otra vez mas.

Tus pupilas son dos puntos negros, una figura en un fondo del mismo color. Monocromo. No más dolor, no mas seguir vivo para no vivir.

Deja de caminar, no vas a ningún sitio. Deja de llorar, te puedes ahogar. No importa lo que hagas, lo que no hagas. No vas a salir de esa espiral de cuchillas. De este infierno con nombre de planeta.

Ves la luz. No ves la luz. Callas, pero hablas. En una ausencia, respiras, mientras el color del aire se hace sitio en tus violentos pulmones, cansados de ser el hogar de tanto humo.

No dejas de preguntarte cosas cuya respuesta poco importa. Nadie te da esperanzas, no las hay. No escuchas a nadie, porque nadie habla. Estas a cada paso que das más cerca del vacío, donde no hay astros ni pálpitos. Donde no reinan los ojos, donde no hay donde sentarse.

Pero, pero no hay pero.

Sufres, nadie dijo que fuera a ser fácil. Aprietas el botón, conoces la respuesta, aun así lo aprietas. Una bofetada de ficción de despierta a la vez que la realidad te desea lo mejor.

Sigues llorando, a nadie le importan tus lágrimas, porque no existen en el mundo que te rodea. Sigues con el dedo los vectores de tu hielo, las líneas de esos puntos negros. Van a donde nadie los puede rescatar, a un lugar donde no llega tu pulso.

Sientes la rabia, por vez primera algo que te hace respirar dos veces donde hubiera bastado con una. Sientes como te empieza a quemar algo a lo largo de tus venas. Notas el sabor de la ira en la boca, el amargo olor de la vida.

Rompes, el espejo, el hielo y el negro. Rompes los lugares, la luz, la voz y los astros. Haces pedazos las lagrimas, la ficción, el pulso y, con el, tu corazón.

No habrá más ausencias, no mas preguntas.